La Mancha, como casi todas las comarcas castellanas, conserva para bien y para mal, muchísimo de su legado ancestral, tradiciones y costumbres.
Esto en parte es debido al evidente abandono sufrido por la dejadez de los responsables políticos. No hay mas que ver al presidente del gobierno de Castilal La Mancha, Jose María Barreda, que pese a ser de Ciudad Real y echarse contínuamente flores por todo lo que hace por nuestra tierra, vive en Madrid.
Esto lo que trae es como ya he dicho abandono que en lo económico se traduce en retraso con respecto a otras comunidades y desigualdades. Sin embargo como no hay mal que con bien no venga, en lo cultural y etnológico esto proporciona una ventaja y es que mucho de nuestro legado cultural se converva, tradiciones campesinas, leyendas, bailes, gastrononía.
En lo que ahora me voy a referir, es un conjunto de leyendas recogidas en las zonas central y sur de la comarca manchega.
Muchas de estas leyendas provienen de tiempos prerromanos e incluso anterior, y han sido "adaptadas". Un ejemplo de estas leyendas de orígenes ancestrales son las leyendas referentes a duendes o brujas, y sobre todo las de contenido zoomorfo (referente a animales o seres sobrenaturales de apariencia animal), en especial a los lobos, ya que como he comentado en varias ocasiones la divinidad mas relacionada con la tribu asentada en La Mancha, los oretanos germanos, era un lobo, Endovael, del cual tienen origen muchas leyendas.
Lo dividiré en varias partes ya que es muy amplio:
ALICÁNTARA
Se recogió en Villanueva de los Infantes un singular testimonio, donde se dice de la Alicántara, que: “Era una víbora venenosa que tiene dos cabezas, que una quiere hacer Bien y otra quiere hacer Mal. Y yo las he visto precisamente”.
En Torre de Juan Abad la “Alicántara” se la temía como a una de las serpientes más dañinas y venenosas. En este pueblo, ha quedado huella de la malignidad legendaria de la bicha, pues, para calificar a alguna persona de conducta miserable y rastrera, se la zahería, que era más mala que la “Alicántara”.
Un guarda de un cortijo serrano afirmó con gran seriedad que, la “Alicántara” tenía semejanza de serpiente menuda, pelifina con dos diminutas alas.
APARECÍOS
Vale por “los santos finaos”.
“El día de los finaos, andan los aparecíos por los tejaos”.
BICHO
Impertinente, molesto y voraz animálculo, que pasaba su existencia durmiendo y holgando plácidamente en el interior de las orejas de las personas. Pero ¡hay! … Cuando despertaba, era presa de unas hambres feroces e incontrolables. Ávido, iniciaba el roer de las carnes tiernecicas del oído interno del huésped, produciéndole dolores atroces, que con ningún apaño desaparecían. El único remedio conocido, de total eficacia terapéutica demostrada, para calmar sus desaforadas ansias, era la leche tibia de mujer lactante. Se sabía que al llegar la leche hasta el asiento del animalillo éste quedaba aletargado de nuevo. Saciado de leche, a continuación caía en un irresistible y pacifico sueño.
Requisito inexcusable era, que la leche, fuera vertida directamente del pecho femenino, a la oreja del doliente.
Algún damnificado lo describió, bichito agusanado y translúcido.
BRUJAS
Las confidencias de una abuela villorreña recuerdan que: “Antes había muchas brujas y fue venir la Bula de la Santa Cruzada (?) y desaparecieron las brujerías… a lo mejor te encontrabas por la calle un ovillo hermoso de lana y cuando ibas a cogerlo se transformaba en un gorrinete… estaban un grupo de hombres reunidos haciéndose una cuerva, cuando echaron en falta el azúcar. Mandaron a uno a por ella, tardó mucho, cuando llegó, los demás le preguntaron el motivo de la tardanza, él les dijo que había sido raptado por las brujas que le habían llevado a Murcia. Los demás se rieron y dijeron que era imposible, entonces el hombre sacó como prueba de su estancia en Murcia unos dátiles”. El rapto y el posterior viaje a Murcia o tierras lejanas, es frecuente en historias similares que se cuentan en otras comarcas de la Mancha.
Más tenebroso es un viejo suceso que aconteció en Ruidera: “Este hombre (que vivió en una caseja cerca de la laguna Colgada) tuvo una temporá que estaba acostao en los poyos que tienen las casas de campo al lao del fuego… y este hombre a medianoche se levantaba desesperao a echar lumbres y a veces echaba tres o cuatro gavillas de sarmientos, porque decía que entraban por la chimenea y se lo llevaban: “¡Que vienen, que están aquí, que las he visto, que s’a asomao una por la chimenea!”, entonces la mujer decía: “Venga pues, echa lumbre”. Y echaba unas lumbres tremendas y ponía las tenazas en cruz y así parece que ahuyentaba a las brujas”.
En Torre de Juan Abad, siglo XIX, vivió una mujer a la que culparon de numerosas maldades, fue acusada de bruja y de tener escarceos con el Maligno. A su muerte todos los perros del pueblo de la zona hicieron juntas ante las puertas de su casa, aullando lúgubre y lastimosamente.
BÚ
Destacado descendiente de alguna ignorada deidad funcional, y al igual de otros seres que aparecen en esta recopilación, enclavijado en la mitología montieleña, compartió los laureles de la fama con el “Tío Lobo”, la “Mano Negra” y el “Camuñas”.
Para algunos informantes de Villanueva de los Infantes el “Bú” era una: “Persona chepada, cara abotargada y pies abiertos”, “Un pájaro que se parece al loro, que se oye de noche en la sierra, en las risqueras y se decía: Calla que viene el Bú”, “Con aspecto de animal-ave con cara de lechuza”.
Las abuelas de Almedina, en noches cerradas, abrían las ventanas de las habitaciones de sus nietos levantiscos, que se negaban a dormir, y a grandes voces, llamaban al “Bú” para que acudiera.
En este pueblo le daban figura de un gigantesco búho con grandísimos ojos.
Si bien es cierto que, en su principio el “Bú”, parece ser, tuvo naturaleza antropomorfa, con el paso de los años, en el común del Campo de Montiel, fue adoptando figura de espectral búho. Así figura en la mayoría de informaciones recogidas.
Tanto en Villamanrique como en Torre de Juan Abad, se le tenía por un enorme y negro búho de cuerpo deforme, grandes alas silenciosas, ojos rojos como platos, dos navajas eran su amenazador pico, las garras como trampas loberas.
Cuentan que eran muy frecuentes sus apariciones. Se presentaba al reclamo de auxilio de las mamás y abuelas, a la hora de la siempre evitada siesta infantil. También asomaba, veloz noctívago, para raptar con sus garras a los niños, que en las altas horas de la noche permanecían pasanteando o jugando en calles, plazas y quiñoneras.
“Pájaro oscuro y siniestro” Cózar.
Sí… en su época, fue el terror de generaciones de críos.
LA CAMUÑA
En Albaladejo, espectro femenino poseedora de los mismos atributos y naturaleza que “Camuñas”.
CAMUÑAS
Quizás, el espanta-niños más popular, pues, sus infamias son harto conocidas en toda la geografía española.
Imaginado en Villanueva de los Infantes, como un: “Hombre con forma de diablo, con nariz y uñas muy largas y ojos brillantes”, “Hombre de aspecto horrible, manos huesudas y alargadas”, “Hombre con forma de diablo, aspecto demoníaco, tenía mando y poder para asustar a las personas”.
En Torre de Juan Abad alguna abuela lo asemejaba a un monstruoso animal de formas imprecisas, de gran tamaño, largas guedejas, con descomunales dientes de lobo y pavorosas uñas.
Un colaborador del pueblo de Almedina, recuerda como su abuela se lo mentaba con figura de ogro repelente.
Entraba, sin llamar, en los hogares, para llevarse a los niños cansinos y obstinados, para devorarlos en su ignorado cubil.
(En uno de los penitenciales alemanes del año 1000 (el de Burchard, obispo de Worns) se recoge la siguiente afirmación: cualquier hombre en el día de su nacimiento y gracias al poder otorgado por las tres míticas Parcas, podía transformarse a voluntad en un Camuñas, desgraciadamente no se dan más noticias sobre su figura y acciones).
CULEBRA
En lo antiguo y durante un tiempo, junto a la Fuente de la Bola, Albaladejo, apareció una gigantesca y pavorosa culebra que aterrorizó y llevó la ansiedad e incertidumbre a los vecinos y forasteros que pasaban por las cercanías de la fuente. Fue conocida por “La Culebra Desproporcionada”.
“Que cerca de la cascada del “Hundimiento” había una cueva oculta y en su interior un montón de oro, pero estaba guardao por una gran serpiente a la que era necesario matar si se quería llegar al tesoro…”.
Ruidera.
CURRA
Perra con pintas podencas, mirar de lince, fiereza de alano. “Curra” o “Currita”, fue la perra protagonista de la inolvidable proeza que pasó al legendario particular de Torre de Juan Abad y en su tiempo, al de Valdepeñas.
Una madrugada del mes septiembre de 1933 salía “Currita” de casa de don Demetrio Gormaz, en Torre de Juan Abad, acompañaba a sus amos a Valdepeñas, bajo la caña del carro que traqueteaba lleno de trigo. Iba en avanzado estado de gestación, tal sería que aquella misma noche, en Valdepeñas, parió siete crías. A la mañana siguiente el amo de “Currita” decidió dejarla en Valdepeñas, con el pensamiento de recogerla junto a sus cachorros, en el próximo viaje, y regresaron al pueblo.
Pero a las nueve de la noche de ese mismo día “Currita” ya tenía su primer cachorro en un rincón del corral de la casa en la Torre, ante el gran asombro de todos.
La gesta de la perra fue que llevó, uno a uno, a los siete cachorros a la Torre, para ello y bajo peligro de muerte, por desfallecimiento, realizaría catorce trayectos de 38 kilómetros, la mitad de ellos con una cría en la boca, en un tiempo aproximado de sesenta horas.
“Currita” caería, pocos meses después de su aventura, víctima del veneno esparcido por las tierras cercanas a Cabeza Buey, preparado para las mal llamadas alimañas.
Hoy, se sigue contando la historia de su gesta.
DAMA DE LOS MONTES
Extraña mujer, que vivía en las espesuras de los bosques y los agrestes risqueríos y que, aparecía de forma misteriosa para proteger a los niños extraviados en tales soledades. Se la conoció como la “Dama de los Montes” o la “Vieja de la Sierra”.
La anciana mujer-memoria, villorreña de nación, sólo recordaba que siendo niña, su abuela le contaba que un “muchachejo” se descaminó cuando iba leñeando por la sierra, en un terreno de mucho bosquerío… y se salvó porque una desconocida mujer que vivía en ella, lo amagó del frío y de los lobos… pero que su memoria no tiene más alcances. Y que oyó que a esta mujer la llamaron en alguna ocasión “La Hermana de la Sierra”.
Famoso en Ruidera fue el extravío de un zagal de trece años: “Que lo estuvieron buscando to el día, dando voces por el monte y al caer la noche dejaron de buscarlo. Al día siguiente ya lo daban por muerto, porque por la noche había nevao algo y después heló mucho. Y no sé si vieron pisás y las siguieron, pero lo cierto es que se lo encontraron al abrigo de unos riscos de la Peña del Babián, pero aquí abajo dando casi vistas a Ruidera. Cuando lo vieron tan campante se quedaron desconcertados y le preguntaron si había pasado mucho frío, a lo que la criaturica les contestó: que había estao muy calentico porque lo había tenido arropado toa la noche una mujer…”.
Quedó en la memoria de los niños salvados como una hermosísima joven, que en ocasiones adoptaba la figura de una anciana de serena belleza. Casos análogos sucedidos fuera del Campo de Montiel le atribuyeron una maternal ternura, de palabras muy dulces que al momento hacían desaparecer las angustias. Hay quién sostuvo que eran apariciones marianas.
DIOS DE REOLID
“Al dios de Reolid, Al dios de Reolid, ¿Qué pena le daba, tenerse que ir” (Albaladejo).
Entre los más ancianos, que conservan recuerdos de primera mano, continúan sin llegar a un acuerdo sobre la personalidad de Jesús, que así decía llamarse, para unos un farsante y un promiscuo, para los otros un ser excepcional con aureola de santidad.
Para los seguidores del llamado “dios de Reolid” era un hombre señalado y tocado por la divinidad: capaz de realizar prodigios, como multiplicar los alimentos, experto en videncias y una hábil facilidad de establecer contacto con los espíritus de los fallecidos, por la cual era muy solicitado… coinciden los informantes en que poseía un extraordinario poder de persuasión y encantamiento, que fluía, sutil, de su melosa y acariciadora voz. Los detractores afirman que se servía de las palabras para manipular a las gentes, que caían bajo una invisible seducción. Fue invitado, recibido y agasajado en muchas casas. Sus seguidores lo acompañaban en sus largos paseos de meditación.
Acabó huyendo de varios pueblos al ser sorprendido en manifiestas y clamorosas falsedades.
“¡Ni que fueras el dios de Reolid!”. Exclamación almedinense cuando algún osado pretende realizar un trabajo muy superior a sus posibilidades.